Tras largos meses de quedarse en casa, la invitación se hizo presente tras la autorización de los lugares que ya reciben visitantes en un 30% de su capacidad bajo las medidas de salud señaladas, toma de temperatura, uso de gel con alcohol, tapetes para limpiar zapatos, uso de cubre boca y sana distancia, con todo ello, más las enormes ganas de estar en los cerros fue que la noche del viernes 21 de agosto salimos rumbo al mágico Real de Catorce, ante tal emoción costó conciliar el sueño y para la mañana del sábado el sol nos recibía algunas curvas antes del arco de bienvenida, paramos a sentir ese cálido recibimiento de la sierra de catorce.
Que gran sensación la de recibir esos primeros rayos de la mañana, el horizonte delineando la serranía, las nubes bajas anunciando el paso del día, la vegetación verde dando señal de vida, que dicha la de vivir estos momentos. Tan necesarios.
Atravesar el mítico túnel de Ogarrio, sentir esa frescura proveniente de las entrañas de la tierra, ver literal, la luz al final del túnel y entrar en el tiempo otro, ese que no tiene prisas, ese que te invita a respirar profundo ante los azules de un cielo limpio. El desayuno obligado con Doña Chila, el sabor de las gorditas de queso guisado con chile, el viento fresco que te recuerda que recién comienza el día y que hay mucho por recorrer. Caminar por la calle principal y a donde voltees los vendedores de milagritos y ceras ofreciendo lo necesario para pedir o agradecerle a "Pachinto", este año a causa de la pandemia no habrá la enorme celebración que caracteriza a Real de Catorce, así que habrá que aprovechar ahora que si está abierta la iglesia.
Recién arreglaron varias de las calles, así que los empedrados están más parejitos, hay bastante movimiento aún no está tan lleno como e otras ocasiones, las Willys nos esperan, también le dieron mantenimiento a la cuesta de los arrepentidos, y si se alcanza a sentir la diferencia, el brincoloteo es menos extremo, jajaja, la primera parada es la mina, el recorrido es guiado por Kevin, nos cuenta la historia de aquel sitio y nos lleva ante la figura de la Inmaculada Concepción, está todo tan tranquilo, es temprano todavía así que no hay tanta gente entrando y saliendo.
El sol está a todo, si lo recibes directo quema la piel y si te resguardas por mucho en la sombra sientes frío. Las ramas de los árboles están crecidas, el traqueteo de la Willy juega con quienes van el techo, casi se acuestan para que no les peguen la "ramonas", así hasta casi llegar a Estación Catorce, la foto de grupo, unos minutos para ver si de casualidad viene el tren... no, está vez no tocará verlo, sigamos la ruta.
Desde hace un año, la parada en Wirikuta fue cambiada, a no se permite adentrarse en el terreno y sólo baja uno de la camioneta casi que para ver unos híkuris muy bien ubicados a la entrada, esto se debe a la gran explotación que se a hecho de la cactácea, así que comparto algunas palabras sobre la gran importancia del lugar sagrado, de lo que ahí se encuentra, de lo que "ahí te encuentra", siempre se queda uno con ganas de adentrarse y caminar, conectar con ese silencio tan peculiar entre las gobernadoras, entre el suelo sagrado que recibe año con año a los jicareros para cumplir con el costumbre del pueblo Wixárika, agradezco en mis adentros y busco con la mirada el Cerro del Quemado, lo ubico y le dirijo la sonrisa certera de un próximo encuentro al atardecer.
Platico un poco con el chofer de la willy y el chico que nos recibe en Wirikuta, si no cuidamos como se debe el sitio sagrado "después ya no nos van a dejar traer gente acá", comentan, pues a difundir la importancia de lo aquí hay, para que el cuidado sea de todos y no sólo de ustedes. Subimos a la camioneta y emprendemos el regreso, se lee pronto todo, pero esta retirado, en total todo e recorrido se lleva poco más de 3 horas, lo maravilloso de todo, es el paisaje, vas entre la sierra, como ha llovido el verdor abunda y eso no es tan común en esa zona, los cabuches con sus enormes espinas rojas se dejan ver como celebridades entre el paisaje, las flores le dan un toque muy colorido a la serranía, los tonos violetas, rojos, anaranjados y el blanco resaltan como pinceladas en un enorme lienzo.
Hay oportunidad de descansar un poco, recobrar fuerza, comer unas deliciosas enchiladas mineras y alistar el agua, porque la tarde a llegado y el Cerro del Quemado nos espera
Si algo disfruto sin más es caminar los cerros y este camino en particular es uno de los más entrañables y poderosos para si ser, la abstracción que logro al hacerlo es total, esas vistas, esos olores, esa sensación de amplitud y soledad silenciosa, me maravillan, desde la primera ocasión que camine esos cerros algo ha quedado ya en mí, sólo de recordar se llena mi espíritu de un sentir innombrable, inaudito y desmesurado.
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Gracias a Salvador Bermudes por la toma |
Ahí iba yo, mínima ante la imponente figura del territorio sagrado que fue testigo del tiempo primigenio, aquel en donde Tamatz Kayaumarie levantó al sol con sus astas por lo alto para que se pudiera dar la vida. Así me levanta a mí cada que estoy ahí.
Arduo el camino, pero así de intensa es también la satisfacción de caminar el camino de los peregrinos, de los hombres y mujeres cuyos corazones atienden al llamado del costumbre.
Llegar a la "caseta" saludar al señor que cobra el paso pues es terreno ejidal, ver su sonrisa complice de saber el esfuerzo de caminar hasta ahí, reír un poco y tomar aire para ahora sí, comenzar el ascenso al Cerro del Quemado propiamente dicho, las yucas como leales cuidadoras miran sigilosas nuestro paso, el sol se ve acompañado de algunas nubes que comienzan a juntarse y cambiar de tonos claros a un tanto oscuros esos grises que sabes traen agua, al fin, llego a los círculos, mi respiración se equilibra al instante y la majestuosidad de Wirikuta se extiende hasta donde alcanza la vista, encamino los pasos hacia el lugar que desde un principio me fue destinado, alejado de todo, en el extremo opuesto a la cima, en donde el viento me recibe y me abraza, donde me encuentro con eso que ahí habita, donde me uno con el infinito y el tiempo espacio se tuerce para estar siendo.
Agradezco infinitamente la dicha de vivir ese instante, cumplo las indicaciones que me han sido encomendadas y sin más me entrego al fluir constante, el silencio arropa todo el entorno, las nubes comienzan una danza sobre el sol, los rayos se filtran hasta tocar la tierra, algunas aves surcan el firmamento, estoy en territorio sagrado.
Cumplido lo indicado y agradeciendo de nuevo, dirijo los pasos ahora sí hacia la cima, hay que ofrendar el esfuerzo con el águila mirando hacia el sol después de limpiarse por completo, se hace el rito y se agradece una vez más la oportunidad de permitirme estar de nueva cuenta en ese sitio.
Gracias a Beh por México por la toma |
Toda una bendición tanto la llovizna como el arco multicolor, ya me lo habían comentado alguna vez un par de mara´akame.
El viento se llevó de largo la lluvia, el atardecer siguió su curso aunque las nubes acompañaron todo el tiempo al sol, como si lo custodiaran celosamente.
La noche nos agarró en el camino, el cielo en la sierra se iba cerrando cada vez más, las nubes nos acompañaron casi todo el trayecto de vuelta al pueblo, a veces si uno tenía la suerte de mirar en el momento justo, se podían apreciar algunas estrellas en los intersticios que las nubes dejaban en su andar hacia los cerros, el silencio, los sonidos de la noche en lo oscuro son otro de esos regalos de la naturaleza, las lamparas daban señal de por donde seguirnos, aunque íbamos bastante cerca unos de los otros, la luna estaba en algún sitio de ese enorme firmamento oscuro, casi al llegar a la curva desde la que ya se logra ver la luminosidad del pueblo, logramos apreciar a Metzeri (Luna) quien se veía hermosa y muy grande, con un brillo propio de la oscuridad, ahí donde no hay luces artificiales compitiendo por brillar. Luego las nubes la ocultaron de vuelta y llegamos al pueblo, esa última subida de las calles empedradas se sintió como el esfuerzo máximo, pero no uno que sólo pesa, más bien uno que te recuerda lo grandiosa que fue a tarde y que te hace decir, pensar y sentir, valió totalmente la pena.
Con gran esfuerzo encaminamos los pasos para cenar algo y después dormir, en el camino, junto a uno de los cerros que rodean el pueblo se dejo ver en su magnificencia, era sublime el acompañamiento de la silueta dela serranía y el brillo de la enorme sonrisa celestial, la imagen no hace justicia a la escena, pero da un breve indicio de lo que era.
La noche nos invitó a dormir y soñar, al día siguiente hubo opción de subir al pueblo fantasma, visitar el panteón, recorrer el pueblo, disfrutar de las delicias que Real de Catorce tiene siempre en espera de nuestro regreso. El túnel de Ogarrio nos dio paso a la "realidad", el empedrado que parece interminable deja perder la mirada entre las yucas y los cerros que enmarcan el camino, visita breve pero provechosa, entrañable, necesaria. Agradecida siempre con la oportunidad de estar allá.
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