Me despertó el aviso del juez por la bocina diciendo que era día de cacería, que se juntaran los que fuesen a ir y que levaran su respectivo rifle... irían a buscar venado como se acostumbra para compartir su carne en el cambio de autoridades de fin de año, mi compadre Isidro cruzó a un grupo en su lancha y después me llevó a la cortina, no sin antes acercarse a la isla sagrada para dejase la ofrenda que me indicó papá Liborio.
En el camino a Tepic una vaquilla corría por la carretera, de espaldas se veía muy chistosa. Afortunadamente no esperé mucho para que saliera el camión hacia San Blas, el camino fue fluido y el ambiente cálido al bajar del autobús fue muy agradable, apenas y alcancé hospedaje, desayuné tacos de asada y me encaminé al muelle a buscar a Don Lupe, desafortunadamente de encontré con la noticia de que falleció hace un par de años, pero unos chicos se encargan de cruzar a la Isla del Rey, así que me encaminé hacia el sitio sagrado para dejar la ofrenda.
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Piedra Blanca en Tatei Haramara |
A atravesé el manglar, no había tantos moscos esta vez, se podía escuchar el sonido del mangle, no parecía haber humanos cerca, algunos rayos del sol a atravesaban entre las ramas, el suelo iba dejando ver arena de playa, el sonido del mar se hizo presente y de pronto ya no más vegetación, la playa en todo su esplendor me recibía una vez más. El sol estaba en lo más alto, el azul del cielo enmarcaba a la gran madre del maíz petrificada con sus cinco hijas, Haramara se extendía ante mis ojos y sus aguas se mostraban en movimiento al vaivén del viento que soplaba con firmeza, las olas eran pequeñas pero muy firmes, me acerqué, me adentré, presente mis respetos y escuché su canto, hablamos un rato y agradecí poder estar de nueva cuenta ahí, caminando el camino de los antiguos. Mirar hacia el horizonte es como mirar en otro mundo, es torcer de nueva cuenta tiempo y espacio, la sensación de una dicha total.
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Tuki en la Isla del Rey |
Después de dejar ofrenda y recolectar el agua para mamá Marina, regresé a la espesura de la vegetación del manglar a buscar el xiriki, tal como la primera vez que estuve ahí, no vi la construcción pero al desandar los pasos, uno encuentra el sendero y se encuentra con la construcción y la cueva, pedí permiso, agradecí y ofrende la cera y el incienso, me limpie como me lo indicaron y deje al águila mirando al sol como marca la tradición.
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interior del xiriki |
Al entrar al xiriki todo está muy revuelto, algunas ofrendas se extienden por el piso, pareciera que ha hecho mucho viento, la palma del techo tiene varios huecos por donde entran rayos intensos de sol, proveyendo de una iluminación muy especial al lugar, hago lo propio y agradezco la oportunidad de estar ahí en este tiempo y lugar, la posibilidad de caminar el lugar sagrado una vez más.
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Atardecer en San Blas |
Para la hora de la comida fui a playa borrego para deleitar el paladar con unos exquisitos camarones al ajo y un agua de coco, ahí si que había moscos o mejor dicho los famosísimos jejenes quienes no me dieron tregua y no pararon de picarme, aún con ello disfruté de la comida y la tarde, el sol se acercaba al horizonte y el mar estaba cada vez más tranquilo, caminé un poco por la playa y me despedí del mar, los colores pintaron hermoso el cielo hasta despedir al sol, las estrellas hicieron gala de la noche y una muy sutil pero elegante sonrisa cósmica volvió a parecer en el cielo.
Dormí temprano pues al día siguiente debía viajar de nuevo hacia Tepic para dirigirme lo antes posible a Guadalajara, antes dormir noté que las marcas de los jejenes estaban a lo largo de todos mis brazos, en parte del cuello y piernas, me pareció increíble como en tan poco tiempo me habían picado tantos.
Desperté a buena hora y encaminé los pasos hacía la central, el día estaba bastante nublado, al llegar a Tepic lloviznaba un poco, sine embrago el camino hacia Guadalajara dejó pasar un poco los rayos del sol y la calidez acompañó el trayecto.
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