Viernes 14 de marzo 2025, llegamos por la mañana a Tepic, el cielo lucia el azul intenso que hace mirar constantemente hacia arriba. Esta visita tenía una encomienda muy particular, había que realizar el camino con corazón que tiempo atrás se venía ya acordando.
Por la tarde se preparó la ofrenda de jícaras, flechas, etc. Por la noche se hizo el ritual pertinente con Tatewari el abuelo fuego, la salida sería el sábado temprano.
Comenzó el recorrido, no entraré en detalles, tan sólo comentaré que se siguieron las indicaciones y se realizaron las actividades con la intención consagrada. Con el espíritu y el corazón abiertos y dispuestos a descubrir (se) el camino en cada paso dado.
Caminar el camino de los ancestros y estar en los lugares sobre los que se había leído y escuchado, fue una gran experiencia. El torcer de tal manera el tiempo-espacio, en un periodo en el que se tendría que realizar la actividad cotidiana en la vida laboral, fue un goce y realmente un desconectarse para entrar en el tiempo otro y llenarse de nuevos lugares, nuevas vistas, nuevas energías y nuevos sentires.En determinado momento llegamos a un sitio con el que yo había soñado sin conocerlo. Fue un instante, al estar ahí arriba, mirando hacia alrededor, sentí que hay momentos y lugares en los que pareciera que el tiempo no existe y nada más importa, es grandioso. Se llena uno de tranquilidad y la sensación de sosiego te abraza. Ya me lo habían mencionado alguna vez y hasta ahora que lo reflexiono al escribir esto, caigo en cuenta de a lo que se refería. No hay en realidad palabras para describirlo, es un sentir profundo pero a la vez externo y envolvente con todo a la vez.

Llegar al lugar sagrado, aquel en el que el camino ha sido transitado por miles de años con una intención precisa, es una fortuna y algo que atesorare por siempre, no es lo mismo ir de pasada, a ir con la encomienda y a dejar la ofrenda. Agradecer y realizar la petición para el bien común. Mirar desde ahí el cerro del quemado, vislumbrar en retrospectiva como muchas veces en la cima desde él miraba el sitio por el que ahora caminaba acompañada por el silencio, bajo el sol, dejándome encontrar por el corazón del desierto. La belleza de lo que ahí habita y la inconmensurable sensación de ser y estar.
Agradecimiento a quienes me invitaron, brindándome así la posibilidad de compartir camino y reconocernos en los pasos ya andados.
A la vuelta pasamos a la isla sagrada, había que agradecer la ida y la vuelta. Volví a pisar su suelo después de varios años, su energía tan peculiar nos recibió y nos bendijo. Por la noche se realizó el ritual de cierre con Tatewari el abuelo fuego, para que al amanecer se diera una continuidad, por lo que tuvo lugar el Xarikixa La fiesta del maíz tostado. Entre velas, humo y sonrisas se cumplió con el costumbre.
Como parte de las actividades rituales el alimento sagrado también se hizo presente, un rico caldo de venado por la mañana, seguido al medio día por una birria de res pues era mi cumpleaños, agradezco de corazón las mañanitas y el pastel con el que me festejaron. Pamparius!
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